sábado, 25 de abril de 2015

Import-export sin fronteras. La importación del producto defeño a Chihuahua sin estudio de mercado.


Por Víctor Hugo Velo Muruato.


La implementación de los conceptos culturales, sin adaptación, puestos en otros espacios que no tienen las condiciones para llevarlos a cabo, podría decirse que es el mal principal que aqueja a la comunidad cultural/artística chihuahuense. Y es que Chihuahua, como buen estado del norte de la república, tiene una oferta cultural y artística dispareja: o encontramos trabajos excelentes u otros francamente ridículos, y es en este sentido que encontramos que los segundos tienden a convertirse en importaciones de alguna puesta en escena, exposiciones o eventos, vistos (a veces nada más por la tv) en la capital del país y que buscan funcione en este lugar seco y arenoso de igual manera. Nada más equivocado y audaz. Porque no somos en DF, no podemos serlo y la verdad es que no queremos. Nuestro estado tiene su propia cultura, sus significados y significantes, su manera de ver, hacer y criticar el arte.
José Vasconcelos decía que donde empieza la carne asada termina la civilización. Con el perdón del maestro, no hay mentira más grande. Lo cierto es que nuestro marco referencial suele ser más corto, o bien distinto, no obstante el chihuahuense posee un lenguaje y una cultura propia, que no por ajena deja de ser tan importante como cualquier otra. Porque quizá para otros la cultura no cabe donde hay carne asada, pero acá la carne asada es cultura.
Pero, ¿por qué entonces se trata de escapar de este universo norteño y propio? ¿Por qué traer un sentido estético, operativo o administrativo que resulta tan ajeno? Mucho lo he cuestionado y suelo caer en la respuesta de un malinchismo absurdo resumido en: todo lo no-chihuahuense es mejor. Bien podríamos resumirlo en proporciones culinarias: aquí el suadero sabe a rayos y allá (en el sur) no tienen idea de cómo se prepara una verdadera carne asada. Bajo esta absurda analogía se entiende lo mismo que en con el producto artístico: lo que funciona allá no funciona aquí.
Hablaré propiamente de mi caso: el Foro Alternativo La Bodega. En un principio nos basamos en los espacios alternativos de la capital del país (y es que si se piensa en arte, inevitablemente se voltea hacia allá) con su forma de hacer y ver las situaciones. Sí bien es cierto, algunos aspectos cayeron de maravilla como el impacto social que debía tener desde su ubicación (en el mercado del centro de Chihuahua) y la capacidad de mostrar diversos formatos de la obra de arte; por nuestra tierra no fue (ni es) de lo más aceptado tener un foro con capacidad de apenas treinta personas. No es que nos importe ahora mismo, pero se ha conseguido jugar con ello hasta como slogan publicitario y nuestros formatos han cambiado para lograr un equilibrio entre lo que queremos nosotros y lo que busca el público, los resultados siguen siendo diversos pero satisfactorios.
No somos el único ejemplo en este sentido, obras de teatro, exposiciones sin curaduría mínima, montajes dancísticos que juegan a Nueva York y terminan en el grupo de danza de Ojinaga, han demostrado una y otra vez que aquello que se ve en otro lado (ya no hablemos sólo del Distrito Federal) por más copiado que esté, no puede funcionar sin adaptación, estudio y entendimiento tanto del producto como del público receptor.
Por supuesto, no podemos reducir este ejercicio al mero producto artístico, es también preocupante que tanto gestores como instituciones tomen la organización de los eventos de la misma manera que lo han visto en cualquier otro sitio y quieran movilizar del mismo modo a las personas en diferentes ambientes y sociedades. No es posible, no existe la misma idiosincrasia, ni la cultura, ni la misma manera de reaccionar a diversas situaciones. Resulta absurdo pensar que una exposición plástica pueda tener el mismo impacto en Berlín, con curadores especializados y un público entendido en el tema, que en Chihuahua donde el arte plástico es mínimamente apreciado y la curaduría en los museos es inexistente.
Es así, que el producto cultural no puede (ni debería) funcionar de igual manera en cualquier lado, es parte del creador y de los gestores entender que cada cabeza encuentra distintos significados en algo tan abstracto y complejo como es el arte. Lo que funciona un día en DF puede terminar siendo considerado pura mierda en Chihuahua, o a la inversa como ya ha pasado. Dejar de lado la
pretensión de creer que se le va a cambiar la visión al público con una sola muestra de arte “extranjero” o diferente, será dejar de lado algo disfuncional y lejano. Habrá que pensar siempre en la transformación de la idea no sólo con un sentido estético, sino con la idea de la funcionabilidad que cualquier gestor pretende y que el público merece.

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